jueves, 23 de abril de 2020

ALEGRÍA DE LEER

Este texto, Alegría de leer, va dedicado al alumnado del IES Los Montecillos de Coín en el Día Internacional del libro. Su autora es la compañera del departamento de Lengua y literatura M. Ángeles Rodríguez Marmolejo

                          A L E G R Í A   D E   L E E R

              ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué leemos? Seguramente os lo habréis planteado y quizás algunas de las respuestas que han acudido a vuestra cabecita habrán sido tales como que leemos para pasarlo bien, para evadirnos, para vivir otras vidas, para entender mejor la nuestra, para aprender cosas, para matar el tiempo, para soñar, para disfrutar,… Gran variedad pues de posibilidades que nos ofrecen los libros, ¿verdad?
               Y, ¿recordáis quién o quiénes os enseñaron y cómo aprendisteis a leer? Tal vez a más de uno no nos resultara fácil pero lo logramos. Y el día que pudimos pronunciar letras y palabras y comprender ese maravilloso milagro nos sentimos muy felices seguro. Posiblemente nos leyeran o nos contaran cuentos de pequeño que aún hoy recordamos muy bien y, cuando pudimos hacerlo por nosotros mismos, quizás creímos que esos personajes que habitaban en ellos ya formaban parte también de nuestro pequeño y cotidiano universo. Y, que sus historias, también eran en parte las nuestras. Con seguridad, leer se convirtió ya en un placer único e irrenunciable para nosotros. Al menos en mi caso así ha sido. Y la lectura me llevó luego a la escritura, un placer aún más inesperado e intenso.
               A lo largo de la historia de las civilizaciones las acciones de leer y escribir han favorecido que las sociedades no tuvieran que volver una y otra vez a perder el tiempo experimentando procesos que sus antepasados ya habían resuelto y superado. Y, además, leer y escribir son el punto de partida para que, sobre todo, las mentes más avanzadas puedan formular siempre nuevas preguntas y encontrar nuevas respuestas. Pensad, por ejemplo, en cómo estamos ahora todos esperando a que alguien encuentre lo antes posible una vacuna contra el COVID-19, enfermedad causada por el SARS-CoV-2 y que tantas vidas se está llevando por delante en el mundo entero. La lectura es tal vez el mayor instrumento de integración y de avance social, de esperanza. Y cuando leemos y escribimos nos hacemos un lugar en la historia de quienes nos rodean, de los que más queremos y de los que nos necesitan.
La poeta Wislawa Szymborska decía que la lectura era el más glorioso pasatiempo que la humanidad había ideado, que el homo ludens con un libro era libre y que podía reír en los momentos inadecuados o paralizarse antes las palabras que recordaría toda la vida. David Foster Wallace se centró en la dimensión divertida de la lectura. Su mejor recuerdo y lo que le llevaría más tarde en su vida a escribir eran las amenas tardes de lluvia pasadas con un libro entre sus manos, en las que se establecía una especial relación entre ambos, pues podía entablar un diálogo con ellos a través de la lectura sobre temas que normalmente no hablaba con nadie. Para E.B. White, leer era el trabajo exigente de una mente alerta y a la que, bajo unas condiciones ideales, le producía finalmente una especie de éxtasis. La experiencia de la lectura le daba una sublimidad y un poder inigualables. También Jorge Luis Borges aseguraba que, de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso era, sin duda, el libro. Los demás eran extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, eran extensiones de su vista; el teléfono, extensión de su voz; el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro era otra cosa. El libro era una extensión de la memoria y de la imaginación. La ensayista Rebecca Solnit, que antes de ser escritora había sido una gran lectora, explicaba de una manera muy poética lo que era para ella la lectura. Decía que había desaparecido en los libros cuando era muy joven, como alguien que entraba corriendo en un bosque y que lo que le había sorprendido y aún le sorprendía era que había otro lado en el bosque de las historias en el que vivían personas como ellas, con las mismas tristezas y soledades, las mismas alegrías y fantasías.
Así que, adentrémonos en el prodigioso espacio de la lectura y aportemos nuestra propia opinión sobre esta, porque ya os digo, los libros hablan de nosotros y de otras personas, y de este u otro mundo que nos espera para hacernos más humanos.
Y visitad las bibliotecas, porque son el lugar en el que os vais a sentir libres, pese a que tengamos que guardar silencio en ellas. Os revelo un secreto: son el refugio más seguro para nuestra alma. Los libros nos enriquecen, nos hacen viajar y vivir infinitas aventuras, descubrir misterios insondables, estremecernos de miedo, asomarnos a épocas pasadas de la historia, sentir el amor y la pasión como la primera vez,…
Todos necesitamos el solitario y solidario abrazo de un libro para no sentirnos tan solos, como declara Sebastián Gámez Millán. Para él, la vida humana es más plana, estrecha y amorfa sin la lectura. Nacemos y morimos incompletos, nos dice él, pero sin la experiencia de leer lo estamos bastante más. Cuántas veces no comprendemos adecuadamente lo que nos pasa, y de repente en las líneas de un libro reconocemos la formulación de lo que sentimos y/o pensamos. Esta es una de las razones por las que leemos, para comprendernos y conocernos. Y esto nos ayuda a vivir, pues nos ensancha los límites de lo real y nos permite descifrar lo que antes nos resultaba invisible. Umberto Eco decía que no era por el éxito por lo que hay que leer. Había que leer para vivir más. No sólo la infancia se alarga, todas las edades de la vida y de la historia se amplían gracias a la lectura, que completa nuestra insaciable sed de sentir.
Y, si queremos experimentar todas estas sensaciones, sólo tenemos que abrir un libro y dejarnos envolver por todo el vendaval de palabras bondadosas y mágicas que nos están aguardando para alegrarnos la vida.

M. Ángeles Rodríguez Marmolejo