jueves, 19 de abril de 2018

CÓMICOS DEL SIGLO DE ORO


Ayer asistimos a la representación de Cómicos una obra centrada en la vida de los actores en la época del Siglo de Oro y en la diferentes agrupaciones teatrales que había en esa época.

El teatro en este siglo no solo era importante desde el punto de vista literario, se trataba de un fenómeno de gran relevancia en la sociedad del momento, sobre todo en las grandes ciudades.

Si durante el XVI las compañías ambulantes representaban sus obras con unos medios precarios, el crecimiento de las grandes ciudades propicia que comiencen a establecerse lugares de representación fijos: los corrales de comedias. Donde lo que más destaca es la relación estrecha que se establece entre actores y público.

La temporada teatral se desarrollaba en general desde Pascua hasta Carnaval del año siguiente. Las representaciones tenían lugar por las tardes, para aprovechar la luz del día; eran muy largas y prácticamente sin interrupción, ya que en los intermedios de las comedias se ofrecían entremeses y bailes para entretener a los espectadores y mantener fija su atención. Era un público ávido de diferentes espectáculos, de ahí que duraran tanto. Era un público ruidoso. Pese a ser un espectáculo para todas las clases sociales, estas se distinguían por el lugar que ocupaban.

Las compañías de actores estaban en un principio integradas solo por hombres, los papeles femeninos eran desempeñados por niños o jovencitos. Esto cambiaría a finales del XVI. Como vimos ayer, en nuestra representación, el personaje femenino ya no estaba representado por un hombre, sino por una mujer.

Había deferentes clases de agrupaciones teatrales: las compañías reales y los cómicos de la legua. Los empresarios y los actores de la comedia del Siglo de Oro trabajaban individualmente o en grupo. Bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga o mojiganga, farándula y compañía son los diferentes nombres que recibían esos grupos en función del número de actores que los integraban, desde el actor único que formaba el bululú, a los treinta con que contaba una compañía. Cada compañía estaba dirigida por un empresario o autor (diferente, por lo general, del poeta o creador de la obra) y contaba con un repertorio de unas cincuenta comedia.

En general, los comediantes eran muy mal considerados. Solo cobraban los días que había actuación, por lo que pasaban muchos apuros. Solían actuar con su propio vestuario, lo que resultaba a veces anacrónico con la época que se representaba, aunque siempre eran lujosos y llamativos. Este vestuario constituía la posesión más preciada de los actores: cuando pasaban por problemas económicos, solían salir de ellos empeñándolo. El vestuario llegó a ser una especie de decorado ambulante: servía para situar el lugar y el tiempo de la acción, además de cumplir otras variadas funciones escénicas. Por ejemplo, un sombrero y un gabán cubiertos de algodón que parecía nieve indicaban el invierno, y un vestido “de noche” (normalmente una capa de color) informaba a los espectadores del momento del día.

Por su carácter convencional, el vestuario debía comunicar inmediatamente al público la condición social del personaje (noble o campesino, pobre o rico, rey o soldado). La vestimenta de los personajes sobrenaturales también era convencional: los ángeles con traje blanco y capa, los demonios de negro. El gracioso salía vestido de manera que provocara la risa en los espectadores y se diferenciara claramente de los demás personajes.

Os dejo unas fotos 




Momento de la charla posterior con los actores de la obra.

Con los  actores de Cómicos